miércoles, 7 de diciembre de 2011

LA SOCIEDAD DESESCOLARIZADA

Iván Illich, de origen austríaco, es ya reconocido como un autor importante en el campo de la crítica e investigación educativas. La Sociedad Desescolarizada, libro que ahora resecamos, es quizá su obra más difundida y polémica. Después de ella han aparecido otros títulos como La Convivencialidad, Alternativas, Energía y Equidad, Némesis Médica, etc. Illich fue el fundador del Centro Intercultural de Documentación (CIDOC,) que funcionó en la ciudad de Cuemayaca, Morelos, desde 1961 hasta hace unos cinco años aproximadamente (en México). La mayoría de sus actividades e investigaciones han estado dirigidas al análisis de la sociedad contemporánea, buscando alternativas a la problemática que ella presenta.

La Sociedad Desescolarizada reúne las ideas principales que surgieron de los diálogos realizados entre Illich y otro estudioso de la educación, Everett Reinier. Dichos diálogos fueron organizados a manera de seminarios anuales en el CIDOC por Valentina Borremans, directora de este Centro. El autor toma como base de su crítica a la educación la premisa siguiente:

“… para la mayoría de los seres humanos, el derecho a aprender se ve restringido por la obligación de asistir a la escuela”. A partir de ella realiza todo un análisis del sistema escolar en el que postula la hipótesis de que la educación universal por escolarización no es una meta alcanzable, aunque se creen nuevas instituciones educativas con estructura similar a la actual, aunque se cuente con el desarrollo de actitudes diferentes por parte de los maestros, y aunque se adicionen herramientas metodológicas modernas.

Su proposición se dirige hacia un cambio de los tradicionales “embudos educacionales” (canauación de todos los recursos educativos a través de la estructura escolar), a lo que é1 llama “tramas educacionales”, es decir, nuevas formas de acceso a los recursos necesarios para el aprendizaje.

A continuación se presenta una síntesis de los siete capítulos que integran este libro.

CAPITULO I: ¿POR QUÉ DEBEMOS PRIVAR DE APOYO OFICIAL A LA ESCUELA?

La institución escolar es un paradigma del tipo de visión del mundo generada por todas las demás instituciones de la sociedad actual; la familia, los partidos políticos, el ejército, la iglesia, los medios informativos. Todos estos organismos poseen un “curriculum ,oculto” que puede definirse como el resultado de ser sometido a un proceso de manipulación institucional, de definición de valores. Esta institucionalización de los valores es la que, según lilich, conduce a tres dimensiones que forman parte de un proceso más amplio de degradación social y personal; la contaminación física, la polarización social y la impotencia sicológica.

Tal proceso de degradación se verifica y acelera cuando necesidades no materiales se presentan como demandas de bienes, es decir, cuando la salud, la educación y el bienestar sicológico son considerados como resultado de servicios o tratamientos ofrecidos, desde luego, por instituciones.

Así pues, llega a la conclusión de que no es sólo la educación, sino la sociedad en su conjunto la que debe ser desescolarizada, la que debe rebelarse ante la autoridad institucional que define lo que es y lo que no es legítimo o deseable.

La escuela -dice Illich- ha llegado a ser la religión del proletariado actual al hacer promesas (incumplibles) a los “pobres de la era tecnológica”. La escuela no libera porque en su afán de educar sujeta a los alumnos a medidas de control social; los certificados escolares son índices que permiten manipular el mercado de trabajo. La escuela divide la realidad en dos terrenos, algunos lapsos procesos y medios que son considerados educativos, y otros que no lo son. La escuela divide la sociedad internacional en “castas” según el nivel escolar de los países, presentando un “ideal” educativo inalcanzable, pues además de resultar incosteable, se apoya en el falso supuesto de que la mayor parte del saber es resultado de la enseñanza proporcionada por el ritual de la institución escolar.

CAPITULO II: FENOMENOLOGIA DE LA ESCUELA

El autor encuentra que básicamente son cuatro las funciones de los sistemas escolares modernos: custodia, selección, adoctrinamiento y aprendizaje. Estas funciones son desarrolladas dentro de la es- cuela a la que define así- “el proceso que especifica edad se relaciona con maestros y exige asistencia de tiempo completo a un curriculum obligatorio” (p. 56).

1) Edad: La escuela agrupa a las personas según sus edades; existe la creencia, por ejemplo, de que los “niños” deben estar en la escuela, aprenden en la escuela y sólo se les puede enseñar en la escuela. Illich afirma que el concepto le “niñez” es reciente en Europa Occidental y aún más en América. Aparece con la sociedad industrial y la burguesía emergente; es entonces cuando con preceptores y escuelas privadas se “fabrica” al niño. El sistema escolar y la niñez son fenómenos interrelacionados, lo mismo que la “sabiduría institucional” lanzada al mercado como una mercancía más.

2) Maestros-Alumnos: Por definición, los niños son considerados como alumnos, por lo tanto su aprendizaje depende de un custodio-maestro. La escuela a su vez se sustenta en la afirmación de que el aprendizaje es resultado de la enseñanza cuando, en realidad, la mayor parte de lo que sabemos lo hemos aprendido precisamente fuera de la escuela. Aun en la escuela misma, el aprendizaje no depende totalmente del maestro, sino de variables como las estrategias para “pasar” exámenes, la capacidad memorística de los alumnos, su relación con los compañeros de clase, cte. El hecho de que la escuela exista y la escolaridad sea considerada si no obligatoria, deseable, determina que la gran mayoría de personas que no puede asistir a ella, tarnbién .’aprenda su lección”, es decir, quede instruida sobre su inferioridad.

3) Asistencia de tiempo completo: La obligación de asistir a clases sumerge a los niños en una especie de contexto sagrado (“educativo”); el aula se convierte en un recinto mágico. De tal modo, se los aparta del contacto con la realidad cotidiana. Al mismo tiempo, el profesor asume las funciones de custodio, predicador y terapeuta, con el derecho de participar e incluso dirigir las vidas privadas de sus alumnos. La escuela reclama tiempo y energías de los estudiantes por un considerable lapso de sus vidas. El ceremonial, ritual de la “escolarización” constituye un curriculum oculto que inicia a los hombres en la sociedad de consumo.

CAPITULO III: RITUALIZACION DEL PROGRESO

Illich analiza en este capítulo las principales conexiones entre el consumo escolar y el consumo social.

Al graduado, dice, se le escolariza para cumplir un servicio selectivo entre los poderosos en la sociedad. El alcanzar niveles superiores de educación significa que de alguna manera se ha cumplido satisfactoriamente con las reglas del juego del sistema en las primeras etapas escolares. La universidad impone normas de consumo tanto en el trabajo corno en el hogar.

Ahora bien, esta capacidad de fijar dichas metas es bastante nueva: Illich la ubica en la década de los sesentas, cuando se difunde en las sociedades la “ilusión” de un acceso igual a la educación pública. Anteriormente no era automática la conversión del conocimiento en riqueza. Esta conversión ha conseguido que se pierda la búsqueda del saber, característica de las universidades antiguas, cuyos egresados eran más bien outsiders sociales. Ahora, en cambio, tanto para los estudiantes como para las naciones, el estudio es considerado como una inversión que promete pinglies ganancias económicas y un factor clave para su desarrollo.

A pesar de esto, a partir de 1968 la universidad ha perdido considerable prestigio entre sus creyentes. En Estados Unidos, por ejemplo, los jóvenes han rechazado prepararse y diplomarse para a fin de cuentas contribuir a la guerra, a la contaminación, a la manipulación de todo tipo. Muchos de ellos se niegan a integrarse a la sociedad diplomada y pasan a formar parte de la contracultura; otros, reconociendo que el Sistema Escolar posee el monopolio de recursos para la construcción de una contrasociedad, se desenvuelven en este medio formando lo que luich denomina “focos de herejía en medio de la jerarquía”.

El autor enlista una serie de mitos producidos por la escolarización social:

  • El mito de los Valores Institucionalizados: la escuela inicia en el 44 mito del consumo sin fin”. Todo proceso produce valor y en consecuencia la producción genera demanda. La escuela enseña que la instrucción produce aprendizaje, al haber escuelas hay demanda de escolaridad. Al ser conformadas las imaginaciones de los alumnos por la instrucción curricular, se hallan condicionadas para aceptar las planificaciones institucionales de todo tipo. Con esto se transfiere a las instituciones la propia responsabilidad. “El hombre adicto a ser enseñado, busca su seguridad en la enseñanza compulsivo” (p. 81).

  • El mito de la Medición de los Valores: La escuela inculca valores institucionales sujetos a cuantificación; de ahí en adelante se concibe que en este mundo todo es mensurable, inclusive el ser humano y su imaginación. La escuela divide lo aprendido en paquetes- materias, partes definidas que se integran al curriculum oculto formado por bloques y cuantificable por una “escala internacional”. Todo aquello que escapa a la medición es puesto en duda.

  • El mito de los Valores Envasados: Los valores que dicta la escuela se presentan con un adecuado embalaje y precio en el mercado del consumo social. Así, la escuela vende “curriculum”, un paquete de significados planificados y sujetos a obsolescencia; el curriculum es un conjunto de mercancías cuya demanda ha sido previamente asegurada; a los alumnos se les enseña a adaptar sus expectativas a los valores comercializables, partiendo de la idea comúnmente aceptada de que el juicio de una persona o grupo puede determinar lo que otra necesita aprender y el tiempo en que debe hacerlo.

  • El mito del Progreso que se Perpetúa a sí mismo. luich descubre una lógica similar prevaleciente en los negocios, la guerra y la educación; de la misma manera que “los negocios son los negocios” (acumulación sin límite de dinero), que la guerra es matar (acumulación de cuerpos muertos), la educación es escolarización, un proceso que tiende a perpetuarse a si mismo y que se mide en términos de alumnos-hora.

Después de analizar los valores mitificados producto del sistema escolar, Illich establece una similitud entre la Escuela Universal y la Religión Universal, apoyándose en los argumentos que a continuación se presentan:

La escuela es capaz de ser la Iglesia Universal de nuestra cultura dado que ninguna otra institución cumple mejor el papel de ocultar a sus participantes las discrepancias entre los “principios sociales” y la realidad social de nuestro mundo; sirve como generadora y vigilante del “mito social” debido a su estructura de “un juego ritual de promociones graduadas”; y es aquí donde Illich enfatiza el poder del curriculum escolar: “la introducción a este ritual es más importante que el asunto enseñado o el cómo se enseña: es el juego mismo el que escolariza, el que se mete en la sangre y se convierte en hábito (p. 88).

Se inicia a la totalidad social en el mito del consumo sin fin de servicios. Paralelizando con la religión agrega: “La gracia se reserva para los que acumulan años de escuela: los desertores son expulsados del paraíso porque habiendo sido bautizados no fueron a la iglesia, aprenden a sentirse culpables por ser subconsumidores de escolarización.”

De esta manera, la escuela contribuye a crear un nuevo tipo de alienación; enseña la necesidad de ser enseñado por instituciones; esta nueva iglesia mundial es pues, “la industria del conocimiento, proveedora de opio y banco de trabajo durante un número creciente de años de la vida de un individuo”. La desescolarización es por consiguiente fundamental para cualquier movimiento de liberación del hombre (p. 93).

Al plantear el autor que la escuela como industria de conocimientos ha llegado a ser el principal “patrón” de la sociedad, resalta al mismo tiempo el potencial revolucionario de la desescolarización. La escuela como institución es la que moldea la visión de la realidad en el hombre de una manera más sistemática, ya que sólo ella está acreditada para formar el juicio crítico del ser humano, función que cumple a modo escolarizado, es decir, enseñando que el aprender sobre sí mismo, los otros y la realidad en general, se logra dependiendo de un proceso preempacado. Poner en duda la bondad de la escolarización significa entonces plantear un cuestionamiento de todo el orden económico y político, peligrando así la supervivencia del sistema en su totalidad.

CAPITULO IV: ESPECTRO INSTITUCIONAL

Partiendo de que el futuro de nuestra sociedad depende en parte importante de la elección de nuevas instituciones, más que del desarrollo de nuevas ideologías y tecnologías, el autor sitúa dicha elección entre dos alternativas básicas de instituciones tipo, ubicadas en los extremos de un espectro institucional.

A la derecha del mismo sitúa las “instituciones manipulativas” cuyo ejemplo tipo es la escuela. Estas instituciones se caracterizan por ser formadoras de hábitos, es decir, crean adicción social psicológica hacia sus servicios. Además son altamente costosas, selectivas y jerárquicas. Junto con la escuela, Illich considera instituciones manipuladoras a las que controlan la vida política, la asistencia médica, la comercialización, la administración de personal, ete. Al otro extremo del espectro nos encontramos con las “instituciones conviviales”, tales como las redes telefónica y postal, los parques, etc.: aquellas cuyas normas se dirigen únicamente al control de abusos en su empleo.

Así, Illich afirma su convicción de que un cambio social radical debe ser necesariamente precedido o al menos iniciarse con un cambio en la conciencia que se tiene de las instituciones, en un rejuvenecimiento del estilo institucional.

CAPITULO V: COMPATIBILIDADES IRRACIONALES

Se reconoce que aún ahora la desescolarización social es una causa sin partido. El autor hace una crítica a los innovadores educacionales que siguen apoyándose en la creencia de que la conducta adquirida bajo la vigilancia de un pedagogo es altamente valiosa tanto para el alumno como para la sociedad. Siguen buscando la manera de canalizar los recursos educativos a través de embudos institucionales: se continúa con la idea básica de que la educación es resultado de un proceso institucional dirigido por educadores.

En contraposición Iván Illich sostiene que una revolución educativa necesita apoyarse en nuevas orientaciones de la investigación, en una comprensión distinta del estilo educacional en vías de una contra-cultura naciente.

CAPITULO VI: TRAMAS DE APRENDIZAJE

Este capítulo se propone demostrar que lo contrario de la escuela es posible; o que podemos partir del aprendizaje automotivado en vez de coercitivo, flagrantemente o no, en el que los profesores deben “convencer” y obligar al estudiante para que dedique tiempo y voluntad al aprendizaje institucional; o que podemos ofrecer al alumno la oportunidad de establecer vínculos nuevos con el mundo en lugar de canalizar todos los programas envasados por medio del profesor.

Es decir, que lo que se requiere y es factible de realizarse, es la creación de lo que é1 llama “un nuevo estilo de relación educativa entre el hombre y su medio”.

Ahora, ¿cuáles son las características de nuevas instituciones educativas? El autor dice que un buen sistema educativo debe tener tres objetivos básicos

  1. Proporcionar a todos los que lo deseen, el acceso a recursos deaprendizaje, disponibles en el momento que lo necesiten.
  2. Proporcionar la oportunidad de compartir lo que saben a quienes quieran hacerlo, encontrando a quienes quieran aprender de ellos.
  3. Proporcionar la oportunidad de presentar en público los tomas de debate a quienes deseen presentar sus argumentos.

Como formas de proporcionar acceso a los recursos, Illich presenta tipos de “tramas educacionales”, partiendo de la pregunta: “¿Con qué tipo de cosas y personas podrán querer ponerse en contacto los que quieren aprender a fin de aprender?” (p. 144).

Estas tramas son las siguientes

  • Servicio de Referencia de Objetos Educativos.

  • Lonjas de Habilidades de Servicio de Búsqueda de Compañero.

  • Servicio de Referencia de Educadores Independientes.

O sea, se concibe que el aprendizaje requiere acceso a información y a la crítica; que la información puede obtenerse de cosas y personas; la crítica puede desarrollarse con semejantes o iguales (compañeros) y mayores o educadores. Las cuestiones que requieran de una rutina para aprenderse, tales como las habilidades de todo tipo, pueden ser accesibles mediante las lonjas o listas de habilidades que proporcionen datos sobre los interesados en enseñar la habilidad que poseen.

Así, se plantea como alternativa a los “embudos escolásticos”, redes de comunicación que faciliten nuevas vías de acceso a la educación.

CAPÍTULO VII: “NACIMIENTO DEL HOMBRE EPIMÉTRICO

Este último capítulo que a manera de epílogo engloba bajo una perspectiva de crítica humanista las objeciones de Illich a la escolarización social, es producto de las conversaciones del autor con Erich Fromm.

El autor se remite a la mitología griega a través de la historia de dos hermanos: Prometeo y Epimeteo. El primero roba el fuego a los dioses y lo trae a la Tierra, enseñando a los hombres a forjar el hierro. Epimeteo, duramente criticado por su hermano y por toda la Grecia clásica, se casa con Pandora, la diosa de la Tierra en la Grecia matriarcal, la que todo lo da, y que dejando escapar todos los males de su ánfora, la cierra antes de que salga la esperanza.

Siendo considerada Grecia como la “cuna” de la civilización occidental, Elich establece una similitud entre la historia del hombre moderno y la historia de Prometeo; el empeño prometeico es traducido en un afán por crear instituciones a fin de atrapar cada uno de los males desencadenados con el olvido completo de la esperanza. Así, dice, es la historia de una esperanza declinante y unas expectativas crecientes.

Este reemplazo de la esperanza (fe en las bondades de la naturaleza) por las expectativas (confianza en el resultado de la planificación y control humanos), data del periodo clásico griego. Epimeteo, por .’esperanzado?’, fue entonces sinónimo de percepción tardía, de lentitud. Prometeo, en cambio, simboliza el “progreso”, la planificación, el desarrollo tecnológico. Al contrario de los primitivos que poseían ritos sagrados como iniciación social, los griegos clásicos sustituyeron esto por la educación (paideia) a través de la cual era permitido el acceso a las instituciones de legitimización social que habían sido creadas para enfrentarse a los males liberados.

El hombre clásico empieza a construir un contexto “civilizado” para vivir, a moldear el medio ambiente a semejanza suya.

El hombre contemporáneo además de intentar que este proceso sea completo, un entorno totalmente sujeto a su hacer planificador, se ha llegado a dar cuenta de que lo que puede hacer sólo a costa de rehacerse él mismo continuamente para adaptarse a su obra.

En términos de Illich: “Debemos enfrentarnos al hecho de que es el hombre mismo lo que está en juego” (p. 195). “El oscurecimiento de la realidad por el smog producido por nuestras propias herramientas nos rodea.

“Súbitamente nos hallamos en la oscuridad de nuestra propia trampa!’ (p. 198).

Esta lógica del absurdo que prevalece en la sociedad “civilizada”, es resumida por el autor en los absurdos institucionales. El absurdo institucional es evidente en los organismos militares que sólo pueden “defender la libertad, la civilización y la vida únicamente aniquilándolas” (p. 199).

Sin embargo también lo encontramos en todas las otras instituciones (agricultura, manufactura, medicina, educación) que generan más necesidades que satisfacciones, y que al tratar de satisfacer las necesidades que ellas mismas crean, no hacen otra cosa que “acabar la tierra”, desequilibrando el medio que pretenden dominar.

En este contexto, la escuela como proceso planificado conforma al ser humano para aceptar un mundo planificado. La dependencia de las instituciones reemplaza la confianza en la buena voluntad personal. Al mismo tiempo, los productos institucionales contradicen sus metas.

¿Qué alternativas podemos considerar ante un mundo de institucionalización de valores y procesos planificados?

Según Illich, si deseamos encontrar un nuevo equilibrio de nuestro medio ambiente global necesitamos desinstitucionalizar precisamente los valores que sustenta la sociedad de hoy. Empieza a crecer ya la minoría internacional que sospecha y con fundamentos de que “algo estructural anda mal en la visión del ‘honro faber’. . . ” (p. 207) -. Esa minoría desconfía de las utopías científicas y comparte la sensación de encontrarse atrapada en las instituciones que el hombre mismo ha creado para dominar y conformar su medio, del mismo modo que Prometeo (dios de los tecnólogos) se encontraba atado a sus cadenas. Esta minoría “esperanzada” más que expectante, movida por la visión de que una nueva concepción del ser humano y de la realidad, desligada de la autoridad institucional, es necesaria para plantear un cambio social radical, es la que Elich denomina “epinieteica”.

Vemos, pues, cómo a lo largo de estos siete capítulos el autor desarrolla su hipótesis de la necesidad de una desescolarización social, comenzando con un análisis de la crisis escolar, de la naturaleza estructural del sistema educativo y sus nocivos efectos sociales, para posteriormente considerar algunas posibles alternativas de un nuevo modo de aprender, al tiempo que resalta la capacidad revolucionaria que posee esta concepción diferente de la relación educativa entre el hombre y su medio ambiente global.

Illich elige la escuela como paradigrna de la institucionalización de valores, de los contradictorios efectos de la planificación burocrática en la sociedad consumiste que prevalece en nuestros días, para llegar a plantear la necesidad de desarrollar una nueva actitud hacia el hombre mismo, envuelto en la ritualización del “progreso” (noción que ha suscitado numerosas críticas en las últimas décadas). El mito del progreso como un proceso lineal, ha comenzado a desvanecerse.

El autor evidencia que todo poder institucional reside en lo que denomina su “curriculum oculta’; evidencia también que cualquier intento por cambiar las instituciones, comenzando por la escuela dado su papel de principal legitimadora de los valores sociales y de iniciadora en el consumo ritual, es un intento por cambiar el sistema social del cual forma parte.

Las soluciones propuestas por Elich a la escolarización actual, carecen en cierto grado de solidez pragmática, pero esta deficiencia se opaca ante la lucidez de su análisis de lo que bien podemos llamar .’contaminación ideológica”, quizá el efecto más desastroso del desequilibrio humano (social) y natural que caracteriza al mundo de hoy.

Así pues, La Sociedad Desescolarizada resulta ser un libro de interés no sólo para todos aquellos que “inquietos” por la crisis educativa buscan alternativas coherentes para el aprendizjae, sino, y esto es más importante, para todos los interesados en un cambio radical del hombre y la sociedad. Sistema Escolar y Sistema Social son fenómenos interdependientes, en palabras del autor. “La Escuela es la agencia de publicidad que le hace a uno creer que necesita la sociedad tal como está” (p. 205).

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